viernes, 9 de diciembre de 2011

Ver un mundo paralelo en sus ojos.

- Esto nos lo dicen hace una semana y nos reimos... - Y se la escapó una sonrisa tímida.
- Yo desde luego no me lo creiría. - Me reí.
- Gracias por traerme desde el pueblo perdido de Irene hasta aquí, aún pillandote apartado a tí.
- No me las des. Ha resultado entretenido el viaje escuchando King África y Las Ketchup.


Y me dio un beso con tímidez y corto, pues tenía prisa ya que había aparcado en doble fila y teníamos que sacar las maletas del coche. Sí, he dicho coche. Renault Laguna Expression de color negro... Con poco tiempo en mis manos y ya tiene historias vividas a mi lado que contar.


Una semana antes, una decisión de Irene en el último momento nos hizo motivarnos a 8 chavales y a ella en coger los coches y poner rumbo hacia la casa rural de la familia de la susodicha.
De los 9 que éramos, solo conocía a Irene, Óscar y Marco. Los de siempre. Pero entre todos las conversaciones salían solas y las confianzas se cogían bastante rápido, y ya nos tratabamos como si tuvieramos relación de toda la vida.


La verdad que el sitio era perfecto, en medio de la montaña, lleno de árboles altísimos, un riachuelo, rocas para hacer el cabra,... No disfrutar de aquel sitio era delito y por ello haciamos nuestras caminatas todas las mañanas y sacabamos fotos a todo el paisaje.



En la última noche de estancia decidí disfrutarla. Salí al patio de la casa y me tumbé.
Ya concentrado en mí mismo, que no sabría decir cuanto tiempo estuve embobado hasta que apareció Dana, una chica muy dulce y de las que pecan de ser buena persona.
- ¿No tienes frío?, ¿Quieres que te traiga una manta?
- No te preocupes, estoy genial. Aunque parece que he perdido hasta la noción del tiempo, ¿Cómo les van a éstos?
- Genial, y sus hígados parece que están a prueba de balas porque sino después de la noche de ayer no se cómo pueden seguir hoy también de fiesta. - Y se sentó a mi lado.
- Yo esta noche he decidido que relax, mañana conducimos, y el cielo esta espectacular como para perderselo ya que en la ciudad no se puede apreciar así de bien.
- Tienes razón, es precioso... Me gustaría conocer todas las constelaciones, solo que en la ciudad es dificil de verlas... Ahora mismo solo aprecio El Carro y Orión. - Me dijo con el dedo en alto, señalándome donde se situaban cada una de ellas.
- Orión, el cazador y sus canis maior y minor, me encanta. Hay miles de mitologías sobre esa constelación, pero la que más me gusta es la de que Artemisa se enamoró de Orión, y Apolo, hermano de Artemisa, se puso celoso y tendió una trampa a su hermana en la que apostaban que Artemisa no podría acertar a darle con su flecha al animal que había adentrado en el bósque. Ese animal era Orión cazando. Artemisa no falló con su puntería y al acercarse a ver al animal vio a Orión atravesado por su flecha. Artemisa entre lágrimas por su amado y sentimiento de culpabilidad lo colocó en el cielo para recordarlo siempre...
- Vaya, creo que nunca se me va a olvidar la historia de Orión.


En aquel momento vino Óscar borracho como una cuba corriendo hacia mí:
- Tio, tio, que fuerte lo que me ha dicho Dana hace un rato, bueno hará como dos horas, pero me acabo de acordar. Dice que la gustaría conocerte más porque la llamas muchísimo la atención.
- Hola Óscar. - Dijo Dana.
- Pero, ¿Tú cuando has venido? - Preguntó Óscar mirándola raro.
- Llevo aquí un rato. Ya veo que cuando bebes se te va la lengua.
- Perdona, le he dicho que te llama la atención, no que te gusta un montón como me dijistes.
- Gracias Óscar, lo estás mejorando... - Entonces se levantó. - Me voy a la fiesta.
- ¡Espera! - Grité. - No importa, de veras. No soy un crío en ese aspecto, podemos seguir manteiendo una conversación toda la noche. - Y la sonreí.


Parecía que esa noche estaba escrita. La fiesta en la casa seguía mientras ella y yo en el patio admirabamos todas y cada una de las constelaciones que nos arropaban. Al rededor de las 6 de la mañana ya con una manta y dos cafés, nos miramos y su mirada era aún más bonita que todas las estrellas juntas que contamos aquella noche. Ese destello en sus ojos hizo que me hipnotizara y me enamorara. Creo que me moriría si no me lanzaba, o al menos lo intentaba, y ella tan dulce y tímida no creo que lo hiciera.


...Un beso hizo que de nuevo perdiera la noción del tiempo...